El fútbol del interior, históricamente reconocido como la cuna de grandes futbolistas uruguayos, atraviesa una de sus etapas más oscuras. Lo que alguna vez fue sinónimo de pasión y formación, hoy se ve empañado por una creciente ola de violencia que no da tregua ni dentro ni fuera del campo de juego. Organizado por la Organización del Fútbol del Interior (OFI), este deporte, que reúne a miles de personas cada fin de semana en los rincones más diversos del país, se encuentra atravesando una crisis que amenaza con desvirtuar su esencia.
Los incidentes violentos han dejado de ser excepcionales para convertirse en una constante. Agresiones físicas entre jugadores, disturbios entre hinchadas, enfrentamientos fuera del perímetro deportivo y hasta peleas entre dirigentes han marcado los últimos años. Un ejemplo reciente de este preocupante escenario se vivió durante el Congreso de OFI celebrado el pasado fin de semana en Bella Unión, donde un altercado entre dirigentes terminó en un escándalo generalizado con golpes de puño, insultos y escenas bochornosas que rápidamente se viralizaron.
Uno de los casos más recordados de este 2025 ocurrió durante un partido entre las selecciones de Mercedes y Guichón, cuando el jugador mercedario Mario González propinó un golpe de puño a Enzo Echeveste. El hecho recorrió el mundo, siendo replicado incluso por medios europeos, lo que dejó en evidencia la magnitud del problema y el deterioro de los valores en algunas expresiones del fútbol del interior. Sin embargo, a pesar de la repercusión, el tiempo parece borrar lo sucedido y nada cambia: cada fin de semana surgen nuevos episodios.
Desde OFI se han implementado medidas como la exigencia de presencia de seguridad privada e incluso policial en los partidos, pero estas acciones no han logrado frenar la violencia. Sebastián Sosa, presidente de la organización, ha abordado en reiteradas ocasiones la problemática, reconociendo el desafío que representa y señalando la necesidad de un cambio cultural profundo. No obstante, más allá de los discursos, los hechos demuestran que el fútbol organizado por OFI se ha vuelto, cada vez más, un terreno donde la política y los intereses particulares prevalecen por encima del deporte.
Expertos en seguridad, psicólogos deportivos y dirigentes de distintas ligas han brindado su visión para enfrentar este flagelo. Muchos coinciden en que las penas actuales son insuficientes o no se aplican con la severidad necesaria. Por ello, algunos sectores proponen endurecer las sanciones como vía para disuadir comportamientos violentos. Sin embargo, mientras no se asuma colectivamente el compromiso de erradicar la violencia —desde jugadores hasta hinchas, pasando por cuerpos técnicos y dirigentes—, el fútbol del interior corre el riesgo de perder su esencia y alejarse de su función formativa, social y deportiva.
El desafío está planteado. La pregunta que queda es: ¿cuántos hechos más deberán ocurrir para que se pase de las palabras a la acción?
Artículo de Opinión
Andrés Urreta